Y de puro aburrida la historia se repite, de puro cansada me aburro, me acuesto en la cama y por la ventana el árbol me recuerda la vez que subí a un árbol siendo aún niña, por esos días cuando mostrar la ropa interior no era preocupación, por los tiempos en que tus amigos no se interesan en tus detalles, por cuando las palabras no hieren, sólo los golpes y las caidas, sin embargo el miedo a ninguno existe. El olor de la tarde que casi se pone a llover me hace indagar en los recuerdos, la tierra humeda, el pasto recien cortado, las rodillas verdes del juego con niños, las caidas y costras que no alcansaron a cicatrizar y se volvieron costras de nuevo.
El viento, se va y viene , se pierde y me pierdo en mareos a ojos cerrado, y de golpe se estabiliza, y la casa se ha puesto celeste, el de las fotos análogas con la vieja kodak de rollos de 24, que solían salir descentradas. La tarde de mi cumpleaños número 9, la ausencia de la barbie Drogadicta me hiso llorar, pero otros regalos me recompusieron de la hora y media de pataleta en mi pieza, dejé el río de lágrimas y me incorporé a mi fiesta, a mis primos no le importaba mi ausencia, todos jugaban con mi tío vestido de payaso (ojo que no estaba disfrazado), yo los ví con odio por la ventana, la misma por la que ahora entra el viento, y pensé en ir a apagar la música que sonaba cachureos y las chicas yeye al mejor estilo Casa Azul, pero en vez de eso camine muy lentamente, enojada y arrepentida, la Barbie ya no llegaría y comenzaba a oscurecer ese primaveral día de Julio. Por la espalda me atacó mi primo Esteban, que no había notado mi ausencia de horas, y no podía culparlo por eso a sus 3 años. Me enojé sin gritarle, y alguien más se unió y me ví obligada a salir a la luz del patio, el Payaso de mi tío me cojió en brazos, aprovechando el maldito poder de la fuerza de un grande contra una niña. Más en el momento entendí que era el premio, pues todos pedían a gritos ser levantados. Fuí la última en recibir tal premio, pues el Lumbago terminó con la actividad y el alcohol con la vida de mi tío una semana despues, por suerte aquel día no quiso vestirse de payaso.
Nos llamaron a cantarme el cumpleaño Feliz, y era la única que no quería comer, terminaron por retarme para recibir aquella muestra de cariño, accedí a la fuerza , lo cantaron 3 veces, per recíen a la tercera alguien impidió que otro niño apagara mis velas y se robara mis deseos, terminé por pensar que ya no servía de nada pedir algo, así que me limite a pedir que esta vez nadie más soplara, al darme cuenta que el deseo se cumplió, me arrepentí de no haber pedido la barbie Drogadicta. Comimos todos pero yo sólo una parte, luego varios niños nos fuimos al patio, la más grande me dijo que ella había comido tierra y que no era mala, yo sabía que mentía pero le seguí el juego con la intensión que volviera a hacerlo ante mis ojos, pero las dos eramos astutas y no caímos, lamentable para Jorge, el hijo del payaso, quien se creyó el cuento, y justo lo sorprendieron. Lo hicieron lavarse los dientes, pobre, quien sabría que despues de la muerte de su padre iba a cambiar tanto y despues terminar siendo NeoNazi, supongo que eran cosas de un destino extraño.
Nos quedamos los otros 6 primos escondidos entre las plantas, el sol ya no se veía, aunque aún había luz crepuscular, nos internamos en nuestro pequeño jardín que por entonces parecía crecer para protegernos de los ojos altos. Mi prima ya no quería hacerme comer tierra, se limitó a enseñarnos a cocinarla, buscamos platos de cartón del cumpleaños y los fuimos llenando de tierra que más tarde iba a aprender que tenía olor a cumpleaño. Cada uno hiso alrededor de 4, luego los vendimos entre nosotros, Mi mamá de vez en cuando se asomaba a ver si estabamos sucios, pretendía matar el juego, pero la poca luz y su visión Miope le impidieron darse cuenta que teniamos cohagulos de barro en la cara. Yo siempre quise personificar a la compradora cuica, los demás me dejaron pues creían que lo hacía con gracia, hasta ahora aveces adopto ese personaje, y me siento culpable de ser consumista. Comienza a hacer frío y cierro la ventana, se corta el olor y vuelvo a la pieza, han pasado 30 segundos de que me acosté y miro mis piernas largas y extraño a los niños de aquellos tiempos, antes de que nos separaramos vocacional, educacional y políticamente.
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